viernes, 5 de febrero de 2010

García Márquez o el placer de la lectura

Parece imposible que un libro escrito por el genio de las letras Gabriel García Márquez no termine cautivando a cualquiera que se adentre en sus historias. Novelas y narraciones, por lo general en formato breve, son de una dulzura e intensidad que llegan a obsesionar al lector hasta que se ha empapado de toda la obra.

El último ejemplar que cayó en mis manos (y que sólo ha durado en ellas unas tres horas) fue Memoria de mis putas tristes, la publicación más reciente del escitor colmbiano (2004), que no debe tardar en presentar su último trabajo. Es una obra donde un periodista nonagenario, narrando en primera persona, cuenta cómo no se ha enamorado realmente en toda su vida, pero precisamente, en el último contacto pretendido con una prostituta (lo único que conoció en su vida) en el día se su 90 cumpleaños se enamora de una virgen de 14 años. El libro narra las sensaciones de un amor que llega a ser desesperante, con el toque descriptivo inigualable en emociones y escenarios que sólo García Márquez es capaz de plasmar en negro sobre blanco.

La historia recuerda, por su brevedad y lo intenso de la trama, a El coronel no tiene quien le escriba, texto que leería hace una década y que siempre estará en mi mente por lo entrañable del personaje principal. De carácter realista, el alejamiento del realismo mágico, donde algunos expertos encuadran las novelas del de Aracataca, es total. El resultado es una narración directa, íntima y, por supuesto, triste. Esa tristeza que da al lector una mezcla de irrealidad, lástima y asociación con las desventuras del querido periodista.

"El sexo es el consuelo que uno tiene cuando le falta el amor", frase entresacada del libro en cuestión y que resume el amor enfermizo que de repente sufre en entrañable protagonista. García Márquez, por una vez más que te lo digan en tu vida no pasa : gracias.

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